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¿EXPANSIÓN O FRONTERA? - SANGRE -




Mi nombre es Pane, de dolor


Joana Hurtado Matheu
Reseña de la exposición de "Gina Pane, Terre-Artisteciel" en CENTRE GEORGES POMPIDOU PARÍS
Publicada en La Vanguardia Digital el 04/05/2005

No existe nombre para el espectador de body art. Su repulsión se mezcla con un goce voyeurístico que le impide saber si comparte o no el placer masoquista del performer; porque pese al asco, sigue mirando. Después de ver la exposición de Gina Pane, es evidente que podemos valorar estéticamente la representación del dolor o incluso, que puede gustarnos. Una muestra que, aunque tardía e incompleta, da a Pane (Biarritz, 1939-París, 1990) el reconocimiento que se merece. Dividida en tres partes, presenta cronológicamente 3 etapas de la artista:



1. Pane descubre la naturaleza y su acción sobre ella, entre ella: Terre-Artiste-Ciel es el subtítulo de la muestra, tomado de una obra donde Pane se erige como conjunción ideal entre el hombre y los elementos naturales. Es la posición central del artista que trae la subjetividad al mundo natural, que explora los límites antes de transgredirlos, anticipando, de modo aún utópico, el punto



2. La relación entre la savia y la sangre: energía vital que surge de la violencia sobre el paisaje corporal. Con sólo tres años de trabajo con su cuerpo, la primera herida: Escalade non anesthésiée. La agorafobia de la primera época se ha convertido en claustrofobia y el peligro que antes sugería la soledad de la artista -tema de su única película, Solitrac- es ahora evidencia de un dolor que se proyecta. Ella es su obra, encarnación de una poesía perversa, pues presenta comor eales los placeres freudianos escondidos bajo los vestidos de la represión. Estirarse encima de velas encendidas, provocarse el vómito y beberlo son las acciones de Autoportrait(s). Pero todo retrato requiere de alguien que lo mire, como el dolor de alguien que lo mida. La conciencia de sí necesita incorporar la alteridad: Si abro mi cuerpo para que podáis mirar vuestra sangre, es por amor a vosotros: el otro, asegura Pane. Una cuchilla de afeitar en la mano es la rosa cuyas espinas lleva clavadas en el brazo para Azione sentimentale. Una exhibición afectiva que busca un cruce de emociones, una apertura hacia la comunicación: conocerse sin los corsés morales y sociales que nos modelan sin permiso.



3. De la brutalidad al silencio, de la acción a la Partición: Pane reparte sus heridas entre formas y materiales simbólicos opuestos, lúdicos y trágicos a la vez. Siguiendo la historia de los santos, su cuerpo se retira para hacerse imagen, sacrificio que es autoafirmación: despojarse de la identidad impuesta para hacerse otra. El mismo discurso bajo una lectura mística que, aunque duramente criticada, anticipará su muerte.



Faltaría la conclusión: lo que plantea Pane desde el presente y que se añade a la simple enciclopedia; más allá de las vitrinas que hacen de la cuchilla y la camisa bañadas de sangre reliquias de un arte que era todo menos esto. Porque eran eventos, no documentos. La dimensión plástica de su obra convierte el antes y después de la acción en algo cuidado: indicaciones para las composiciones fotográficas y storyboards que sólo nos permiten intuir lo que debió ser el espectáculo. Pese a reclamar el testimonio fotográfico, ninguna prueba puede plasmar la resistencia, lo que dura la angustia más allá de la herida. Quizá por eso lo más interesante esté fuera de las salas, en un espacio que ensambla una de sus primeras obras con una de las últimas y ambas con la más poética. Punto cero de la muestra y la trayectoria de Pane; círculo que se cierra como contraste de lo que encierra; última paradoja para luchar contra lo único y aceptar la contradictoria sensibilidad del ser. Para hacer del sufrimiento su firma y afirmar así su identidad, la artista debió leerse en inglés: pain.Si el nombre nace con el cuerpo, en Pane ambos vienen de dolor.


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